martes, 17 de septiembre de 2013

Diez km de esperanzas en 59'26"

          El domingo se disputaba la carrera de la Mercé.  El sábado salí a correr suave para ver como respondía la pierna ya que durante toda la semana me había portado bien y no había entrenado, pero al cuarto kilómetro me noté molestias en el muslo y pensé que  me perdería la carrera.

          Algunos lo sabéis, otros no, pero mi hermano también corre, hasta ahora hacía la locura de no entrenar pero sí ir a carreras, que por otro lado ¡¡Vaya huevos!!, porque encima las terminaba. Pero lleva un mes y pico entrenando serio y bajando de peso, y que pasa, que quiere mejorar su marca personal. Yo no podía correr a un ritmo que me permitiera hacer un tiempo aceptable , pero me moría por correr y pensé en ayudar a mi hermano a bajar de la hora, yo podría correr a un ritmo suave y el conseguiría un nuevo reto.

          Y ahí estaba yo, en un cajón de salida que no era el habitual para mi y con la incertidumbre de si podría conseguir ayudar a mi hermano, porque seamos claros, uno sabe lo que se puede exigir porque se conoce y sabe lo que ha entrenado, pero hacerlo a otra persona que no está en tu misma condición (y no es que yo sea un atleta de élite) es peligroso.

          Dieron la salida y empezamos a trotar, le deje que tomara un ritmo, porque sabía que si le apretaba mucho lo mataría, pero si dejaba que cogiera un ritmo cómodo luego no sería capaz de cambiarlo, así que me la jugué y pensé en llevarlo un poco por encima del ritmo que el me había dicho que aguantaba, así si se tenia que parar a caminar durante la carrera no pasaría nada.

          Hasta el km cinco todo fue bien, bueno bien, él sufriendo pero pobre no decía nada, yo de tanto en tanto lo iba animando pero sin decirle que íbamos por debajo  del tiempo esperado. Pasado el avituallamiento nos paramos, medio minuto y volvimos a correr. El que no corre no lo sabe pero llevar un ritmo que no es el tuyo es dificilisimo, es torturador, metro a metro asfixiante y lo peor es el coco, que te va gritando "párate, párate, párate" y a la vez tu orgullo te va diciendo "en la próxima farola te paras" y llegas y dices "me paro en la siguiente" y así hasta la meta.
          Llegamos a la Av. Paralelo, quedaba un kilómetro y medio y nos sobraban catorce minutos, el último empujón. Y se paró. Pensé que no arrancaba, que tiraba la toalla, y le enseñe el crono, "tete, quedan 14', respira que lo conseguimos". Arrancó de nuevo, sufriendo y apretando los dientes, cruzamos la linea de meta en 59'26" y nos abrazamos.

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